Robert Francis Prevost, de 69 años, ha sido elegido como el nuevo papa de la Iglesia católica, convirtiéndose en el primer pontífice estadounidense de la historia.
Nacido en Chicago en 1955, en el seno de una familia católica de clase trabajadora, Prevost creció entre valores de fe sencilla, esfuerzo y servicio. Ingresó desde joven en la Orden de San Agustín, impulsado por una vocación misionera que se consolidó con sus estudios de filosofía y teología en la Catholic Theological Union y luego con su doctorado en Derecho Canónico en la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino, en Roma.
Fue ordenado sacerdote en 1982 y, lejos de permanecer en el ámbito académico o eclesial de su país, se trasladó al norte de Perú, específicamente a la diócesis de Chulucanas, donde vivió durante varios años como misionero. Allí se empapó de la cultura latinoamericana, aprendió un español fluido y construyó una pastoral centrada en la cercanía, la formación comunitaria y la defensa de los derechos humanos en una de las regiones más empobrecidas del país. Esa experiencia marcó su vida y modeló su estilo: sobrio, pastoral, cercano a los márgenes.
Entre 2001 y 2013 fue prior general de la Orden de San Agustín, liderando a los agustinos en todo el mundo, lo que fortaleció su perfil como hombre de gobierno. En 2015, el papa Francisco lo nombró obispo de Chiclayo, y en 2023, en una de sus decisiones más estratégicas, lo designó como prefecto del Dicasterio para los Obispos, cargo desde el cual supervisaba la designación de obispos a nivel global. Ese mismo año fue creado cardenal, reforzando su influencia dentro del Vaticano.
Su elección como pontífice ha sido interpretada como una apuesta por la continuidad con la visión pastoral de Francisco: una Iglesia más sinodal, sensible a las periferias y dispuesta a escuchar al Pueblo de Dios. Su tono moderado, su perfil discreto pero influyente, y su proximidad a América Latina le han valido tanto el respaldo del sector reformista como la atención crítica de algunos grupos conservadores.
No obstante, su trayectoria no ha estado exenta de sombras. Durante su tiempo en Perú, algunas denuncias mediáticas lo vincularon con presunto encubrimiento de abusos clericales en su diócesis. Aunque no enfrenta cargos formales, las acusaciones han sido utilizadas por sectores que reclaman mayor transparencia y rendición de cuentas dentro de la Iglesia.
Con su elección, Robert Prevost se convierte en un símbolo de apertura geográfica, renovación pastoral y también de los desafíos pendientes de la Iglesia contemporánea. Su pontificado inicia con altas expectativas y la esperanza de una nueva etapa marcada por la escucha, la reforma y la fidelidad al Evangelio desde las márgenes del mundo.