La República Dominicana tiene que ser uno de los países que más leyes han sido conocidas y aprobadas por el Congreso en los últimos 60 años, pero al mismo tiempo tiene que ser uno donde menos se cumplen.
En este país las leyes se cumplen o las hacen cumplir, dependiendo a quien perjudica o a quien beneficia. Usualmente la condición económica, política o social determina. No es por casualidad que las cárceles estén saturadas de presos sin abolengo. Es muy difícil que un político -sobre todo si está en el gobierno o pertenece a un partido grande- sea condenado. De igual modo es sumamente difícil que un millonario termine entre rejas.
La Ley de Partidos Políticos y de Régimen Electoral, es solo uno, de tantos ejemplos, de leyes que nadie cumple, y que nadie tiene el coraje de hacerlas cumplir sin importar las consecuencias.
En este país, como en casi todos los países, las cárceles se hicieron para los descamisados. El pueblo sabe que durante los gobiernos pasados los funcionarios se enriquecieron robándose el dinero del Estado. Las cárceles deberían estar saturadas de políticos ladrones. Sin embargo, no es así.
Abogados, fiscales y jueces, han creado un sistema de complicidad que retarda los procesos o los absuelve “por falta de pruebas”. Para los pobres no hay “debido proceso”, solo para los ladrones de cuello blanco, políticos y empresarios.
Haga una lista de los políticos que en los últimos 50 o 60 años llegaron al poder sin fortuna y cómo se enriquecieron al poco tiempo, sobre todo “los que llegaron en chancletas y salieron en yipetas”. Ninguno está preso, ninguno ha tenido que devolverle al Estado lo que se robaron impunemente.
Claro, el “sistema de justicia” fue hecho por los políticos. Lo concibieron precisamente para garantizar su impunidad, para blindarse ante el propio sistema. Y si alguno es sometido a la justicia, no dura mucho tiempo. (Siempre recuerdo el ciudadano que sin sometimiento, sin expediente, sin acusación de ninguna índole, fue llevado a la cárcel donde estuvo, nada más y nada menos que 12 años).
Me temo que con la ley de extinción de dominio pase lo mismo que con las demás. Este país se ha convertido en una lavandería. Aquí han surgido fortunas que no tienen ninguna explicación, que nadie sabe su origen, fortunas de políticos, comerciantes y empresarios de diversas naturaleza, que nadie se ocupa por investigar.
Narcotráfico, lavado de activos y juegos de azar son fuentes de acumulación de riquezas sin justificación. Y lo peor, las autoridades lo saben. Pero se hacen los “chivos locos”, miran para otro lado. Esos señores del lavado, del narco, de los diversos juegos de azar, en gran medida mantienen la economía del país y patrocinan las campañas electorales.
Juan T H
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