José Francisco Peña Gómez: un gigante que me inspira.

Por Adolfo Pérez De León. Ingeniero industrial y dirigente nacional del PRM.

Primero la gente. Esa fue la convicción de José Francisco Peña Gómez, la idea que sostuvo hasta el final de su vida y que hoy sigue resonando como un principio fundamental para la República Dominicana. Su legado no se limita a la política ni a la memoria histórica, sino que sigue vigente en la aspiración de construir un país más justo, más equitativo y más democrático en todas sus dimensiones.

Peña Gómez entendió que la democracia no podía reducirse solo al derecho al voto. Para él, la democracia debía ser un modelo de vida, una estructura que garantizara oportunidades para todos, que rompiera con las barreras impuestas por la desigualdad y permitiera que cada dominicano pudiera avanzar con su propio esfuerzo. Su lucha no fue solo electoral, fue una lucha por la dignidad, por la justicia y por un país donde el desarrollo económico no fuera un privilegio de unos pocos, sino un derecho de todos.

En su voz vibraba siempre la idea de que el progreso debía tocar cada rincón del país, no solo las grandes ciudades o los sectores tradicionalmente favorecidos. Creía en una República Dominicana donde el desarrollo no se midiera solo en estadísticas de crecimiento, sino en el bienestar real de la gente, en las oportunidades concretas para cada ciudadano. Su pensamiento sigue siendo un recordatorio de que una nación no puede avanzar si sus ciudadanos no avanzan con ella, que la estabilidad y el crecimiento solo tienen sentido cuando permiten mejorar la vida de la mayoría.

El sueño de Peña Gómez no era un país donde unos pocos prosperaran mientras otros quedaban rezagados. Su visión era la de un desarrollo inclusivo, donde cada dominicano tuviera las herramientas para construir su propio destino, donde el esfuerzo y el talento fueran suficientes para abrir puertas y donde la movilidad social fuera una realidad palpable.

La historia le negó la oportunidad de liderar directamente esa transformación, pero su legado quedó sembrado en la conciencia colectiva de la nación. Cada paso que da la República Dominicana hacia una mayor equidad, hacia una economía más abierta y accesible, es también un paso hacia la concreción de su visión. Peña Gómez sigue siendo una referencia ineludible cuando hablamos de democratización económica, de justicia social y de la necesidad de que el desarrollo llegue a todos.

Primero la gente. Ese fue su principio y hoy sigue siendo una guía para la acción. Recordar a Peña Gómez no es solo un ejercicio de memoria, sino un compromiso con la construcción de una República Dominicana más próspera y más justa. Más inclusiva. Porque el crecimiento importa, la estabilidad es fundamental, pero el verdadero desarrollo solo se alcanza cuando nadie queda atrás. Ese desarrollo auténtico, el que postuló el gigante del color de la noche, es mi fuente de inspiración.