Elecciones 2028: una nueva oportunidad para fortalecer la democracia

Por Adolfo Pérez De León
 
En períodos de cambio rápido, problemas mundiales y cambios internos profundos, la política no puede verse como habilidad o conflicto. Aún menos cuando lo que está en juego es el futuro de un país que, como la República Dominicana, ha logrado mantener su estabilidad democrática en medio de un contexto regional a menudo turbulento.
 
A medida que se acerca el próximo período de votación, y el futuro se ve cerca en 2028, es importante considerar: ¿qué estamos construyendo para mañana? ¿Qué tipo de país queremos construir a partir de las próximas decisiones políticas?
 
Si deseamos una solución duradera y equitativa, debe originarse en una guía directa: inicialmente, seguir construyendo ciudadanía. Esa fue la aspiración de José Francisco Peña Gómez, y ahora más que nunca, debe servir como guía. Colocar a las personas en el centro, en el fondo implica reconocer que el progreso no está medido únicamente por indicadores económicos a gran escala, sino como existencia, respeto, derecho y posibilidades genuinas para todos.

La alta abstención electoral registrada en los años 2020 y 2024 podría ser una luz roja encendida en el tablero de nuestro sistema político. Ya lo hemos leído en la obra Cómo mueren las democracias: “Cuando los votantes pierden la fe en los partidos tradicionales, la puerta queda abierta para forasteros con discursos antisistema, que muchas veces erosionan las instituciones desde dentro”.
 
República Dominicana ha logrado un progreso significativo en cuestiones institucionales, económicas y sociales. Ha reforzado su democracia, mostró signos de madurez ciudadana y ha elegido una administración más abierta mientras se concentra en los resultados. Pero no se asegura ningún éxito si la desafección política pare liderazgos carentes de un plan a largo plazo, armonía nacional y un compromiso de priorizar el bien común sobre las agendas individuales.
 
El tiempo requiere una estrategia que escuche esa conversación, que comprenda cómo crear consenso sobre los asuntos vitales: aprendizaje, bienestar, justicia, trabajo, ecología, gobernanza. No discutimos la equidad ni abandonamos las distinciones válidas que agregan valor a la democracia, sino para comprender cómo separar lo trivial de lo significativo y lo temporal de lo permanente.
 
Las elecciones del año 2028 no deben ser una pausa, sino una oportunidad para establecer una fase nueva. Para este propósito, es esencial que todos los líderes, los auténticamente comprometidos, de los diversos sectores políticos, sociales y económicos, muestren una clara dedicación a la construcción de un nuevo pacto social. Debido a que ningún proyecto de país es factible si se ve forzado sin discusión, si no se crea a partir de una aceptación común.
 
Los líderes políticos tienen un deber significativo: mejorar la discusión pública, prevenir acciones que aumenten la división y establecer la confianza a través de planes prácticos que cumplan con los requisitos genuinos de las personas. En una era donde la información falsa, el desorden en línea y las declaraciones radicales pueden marcar el rumbo; la dirección, la precaución y la dedicación al deber son esenciales.
 
Apostar al consenso no es un signo de debilidad, sino de fuerza institucional. Sugiere comprender que ningún poder único puede garantizar las profundas transformaciones que necesita la nación. También sugiere que las personas anticipan menos compromisos y mayores logros, menos disputas y acuerdos más concretos.
 
Poner gente en el centro no es un eslogan. Es una elección moral, táctica y profundamente nacional. Es esencial darse cuenta de que la autoridad política es significativa solo cuando se centra en el bien común, cuando también sabe escuchar desde las afueras, desde la periferia, y cuando convierte el servicio público en una herramienta de fabricación de cambios.

El año 2028 está más cerca de lo que parece. No esperemos a que comience. El momento de construir las bases de ese futuro es ahora. Que nos encuentre con madurez, con diálogo, con una idea clara del país. Y, principalmente, con la creencia de que una república dominicana más justa, más inclusiva y humana solo puede lograrse si la construimos todos juntos.

Para el año 2028, es imperativo lograr un aumento significativo en la participación electoral. Para este objetivo, es fundamental trabajar a fondo las causas que han provocado la abstención, de manera que podamos, con tiempo y estrategia, motivar a los abstencionistas a cambiar su actitud.

De manera especial, debemos enfocarnos en los jóvenes, especialmente en aquellos que votarán por primera vez. Que comprendan que el derecho al voto es, además, un deber cívico sagrado que no puede ser ignorado. Esto no se logra solo con discursos, sino presentando candidatos que realmente les inspiren y reflejen sus aspiraciones.

Reducir los niveles de abstención electoral requiere campañas persuasivas que conecten emocionalmente con los ciudadanos. Debemos apelar a sus sentimientos, sus sueños y sus esperanzas, en especial de aquellos que han sido golpeados por la desilusión y la antipolítica.

Nuestro reto es lograr que quienes hoy están desencantados con el sistema comprendan que la democracia y el desarrollo solo se construyen desde la participación.