Por José Silié Ruíz
El pasado lunes el prominente psiquiatra y fraterno amigo el Dr. José Miguel Gómez con su experiencia magisterial, revisó en su columna semanal parte de los aspectos emocionales de los cerebros de las malas personas. Me hizo recordar una conversación con él junto a una copa de un exquisito tinto en su villa de Jarabacoa. Esto me ha motivado a hacer un enfoque orgánico en mi condición de neurólogo, para tratar de explicar las malas acciones. Lo cito: “En la dinámica de los grupos las malas personas desarmonizan, dividen, crean ambientes tóxicos, conflictos y maledicencia, logrando quebrar amistades, lastimar egos, o influenciar de forma negativa a otras personas”.
Estos personajes, las malas personas, tienen rasgos de personalidad que les son comunes. Con alterada conciencia de sí mismos, la que se forma gradualmente durante los cinco o seis primeros años de la vida. Nacemos con las complejidades de la herencia, con las características congénitas de cada quien, grados de inteligencia, con voluntad, con vocación, calidad humana, buenos o malos sentimientos, tiernos o agresivos, en fin una serie de acondicionamientos que Nacemos con las complejidades de la herencia, con las características congénitas de cada quien nos distinguen a unos de los otros, somos entes únicos. En cuanto a lo genético las estimaciones de conjunto dan un abanico de un 40-60% de influencia hereditaria, de tipo génico para la proclividad antisocial.
En la modernidad son cada vez más importantes los aspectos genéticos, es entendible esa conducta en un personaje que solo aprendió la violencia y el desamor ¿Se nace como una mala persona o los humanos a medida que van recreando experiencias denigrantes a través de su vida se convierten en malas personas? O todo es consecuencias de ¨fragilidades¨ en esa estructura neuronal llamada cerebro, o que tal vez ya lo era antes de nacer, léase por genética, ¿puede recibir una herencia cromosomática ¨pervertida¨ propiciadora de la criminalidad, la violencia y las conductas bizarras?.
Desde hace un tiempo sabemos que las áreas límbicas subcorticales y la parte anterior del cuerpo calloso participan de manera preeminente en el llamado Trastorno de Personalidad Límite (TPL), que es una entidad psiquiátrica crónica de delicado pronóstico. Se caracteriza por la presencia de disfunción interpersonal, insociabilidad, inestabilidad emocional e impulsividad. También sabemos de las bases anatómicas que sustentan estas conductas bizarras, involucran el circuito fronto-límbico. ¿Serán esas malas personas formas frustras de este grave síndrome psiquiátrico, o de otras alteraciones de personalidad, o serán únicamente distorsiones genéticas, o son la simple expresión de los malos aprendizajes en sus vidas?
El aumento de la testosterona, las carencias en todos los órdenes, la mala educación, la drogadicción, la pérdida de valores morales y sociales, las frustraciones, etc., son parte de los elementos detonantes de las malas acciones y de conductas anormales. Las “amígdalas” cerebrales, situadas en la profundidad de nuestros cerebros, representan la “bestia” salvaje que llevamos dentro, es el núcleo de los instintos malsanos, domadas solamente por la corteza pre frontal (debajo de la frente) estas amígdalas, son las que registran el miedo y nos estimula para la agresión. Entonces es la corteza pre frontal cerebral la que nos hace seres sociales, controla nuestras conductas bizarras y emociones, frena los comportamientos agresivos e inadecuados que nos hacen malas personas. En lo que ambos neurocientistas coincidimos, es en aceptar el hecho de que: la violencia, las inconductas, las mezquindades, las malas acciones y las envidias son de origen multifactorial.
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