Boris Johnson ha desafiado durante tanto tiempo las reglas convencionales de la política, que casi resulta difícil creer su anuncio de abandonar su puesto como primer ministro de Reino Unido.
Los escándalos que habrían hundido a otros políticos parecían no tener efecto en el líder conservador. Johnson siempre fue capaz de recuperarse y seguir adelante al frente del país. Sus meteduras de pata se convirtieron en parte de su marca.
En una época de políticos aburridos se le veía como todo un «personaje». Su melena rubia difícil de domar y su torpeza eran reconocibles al instante, incluso para quienes no se interesaban por la política. Su imagen divertida e implacablemente optimista, unida a sus formidables habilidades de campaña, le ayudaron a llegar a sectores del electorado que los conservadores convencionales no conseguían.
Ganó dos mandatos como alcalde conservador en un Londres de tendencia izquierdista y fue la cara de la campaña de 2016 para sacar a Reino Unido de la Unión Europea (UE). Su aplastante victoria en las elecciones generales de 2019 selló su reputación entre sus compañeros tories como alguien con un toque mágico para ganar votos.
Pero entonces llegó la pandemia de coronavirus.
La crisis sanitaria de por sí supondría una dura prueba para cualquier líder, pero, al final, no fueron las decisiones políticas tomadas por el primer ministro y su gobierno las que provocaron su caída. Fueron, más bien, las dudas sobre su carácter y su idoneidad.
Las fiestas que él y su personal celebraron bajo su techo -la residencia oficial de Downing Street- durante la pandemia provocaron que surgieran numerosas críticas contra él en las que lo acusaban de no ser apto para ocupar el mayor cargo del país.
Pero no era la primera vez que se enfrentaba a tales acusaciones en sus 35 años de carrera pública.
«Rey del mundo»
Alexander Boris de Pfeffel Johnson era un niño ambicioso, que declaraba que quería ser «rey del mundo».
Nacido en el seno de una familia bohemia de clase alta en Nueva York, de padres ingleses, era uno de seis hermanos, todos ellos muy competitivos.
Tuvo una infancia idílica que pasó, en parte, en la granja familiar del Parque Nacional de Exmoor, en el suroeste de Inglaterra.
A principios de los años 70, la familia se trasladó a Bruselas, donde su padre, Stanley Johnson, había conseguido un puesto en la Comisión Europea.
Boris asistió a la Escuela Europea de la capital belga, donde se hizo amigo de su futura esposa Marina Wheeler.
En 1973, cuando el matrimonio de sus padres se desmoronó, ingresó en un internado en Inglaterra, y más tarde obtuvo una beca para el colegio privado más prestigioso del país, Eton.
Algunos de sus rasgos más reconocibles ya eran evidentes, comenta el biógrafo de Johnson, Andrew Gimson.
El director de Eton, Eric Anderson, describió al joven Johnson como «una persona que hacía la vida mejor y era divertido tenerlo cerca, pero también era exasperante«.
Su maestro de literatura clásica, Martin Hammond, hizo una valoración más mordaz sobre él en una carta enviada en 1982 a su padre, también recogida por Gimson en su biografía.
«Boris parece a veces ofendido cuando se le critica por lo que supone un grave fallo de responsabilidad», escribió Hammond sobre un joven Johnson de 17 años.
«Pienso que honestamente cree que es grosero por nuestra parte que no lo consideremos una excepción, alguien que debería estar libre de las obligaciones que se aplican a todos los demás».
Sin embargo, su inquebrantable confianza en sí mismo dejó huella.
«El carisma de Boris, incluso entonces, era increíble, muy divertido, cálido, encantador y autocrítico», comentó Simon Veksner, un amigo de la escuela, al autor Simon Kuper en su reciente libro Chums.
El club de beber de Oxford
De Eton, Johnson pasó a la Universidad de Oxford para estudiar literatura clásica. Allí se convirtió en presidente de la Oxford Union -una prestigiosa sociedad de debate que se remonta a 1823- y también en miembro del tristemente célebre Bullingdon Club, conocido por el comportamiento alborotado y borracho de sus miembros, entre los que se encontraba el futuro primer ministro David Cameron.
Se casó con su compañera de estudios y modelo a tiempo parcial, Allegra Mostyn-Owen, en una gran ceremonia celebrada en una mansión. Según cuenta Andrew Gimson, Johnson se presentó con la ropa equivocada y perdió su anillo de boda a la hora de ponérselo. El matrimonio duró menos de tres años.
Johnson se graduó en Oxford y decidió comenzar una carrera como periodista, convirtiéndose en reportero en prácticas en el periódico Times. Pero perdió su trabajo tras falsificar una cita, un incidente que describió más tarde como «el mayor error», añadiendo que «de todos los errores que he cometido, creo que ése se lleva la palma».
Sin embargo, resultó ser un contratiempo menor, y rápidamente volvió a ejercer como periodista al ser contratado por el entonces director de The Daily Telegraph, Max Hastings.
Como corresponsal del Telegraph en Bruselas, Johnson se dedicó a ridiculizar las normas aprobadas por la Comisión Europea, aunque muchos de sus compañeros consideraron que sus artículos eran exagerados y, en algunos casos, simplemente falsos.
En 1999, Johnson se convirtió en editor de la revista Spectator, de tendencia derechista, y dos años más tarde entró en política, ganando el escaño conservador de Henley, en Oxfordshire.
Para entonces ya estaba casado con Marina Wheeler, su amiga de la infancia de Bruselas, que se había convertido en una exitosa abogada.
Su primera hija, Lara Lettice, nació en 1993. A ella le siguieron otros tres hijos más rápidamente: Milo Arthur, Cassia Peaches y Theodore Apollo.
Johnson reconoció la dificultad de ser a la vez periodista y político: «Creo que he montado con éxito dos caballos durante algún tiempo, pero ha habido momentos en los que la distancia entre los dos caballos ha crecido de forma aterradora».
Se incorporó al gabinete en la sombra del entonces líder conservador Michael Howard, pero fue despedido después de no decir la verdad sobre las afirmaciones de que había tenido una aventura.
Sin embargo, un año más tarde regresó al gabinete en la sombra bajo el nuevo líder David Cameron. Los dos habían estudiado en Eton y Oxford, pero el hecho de que su nuevo líder fuera más jóven que él fue descrito por el propio Johnson como «un trauma personal».
Johnson dejó su puesto como editor en la publicación Spectator. Rápidamente se convirtió en una figura conocida en la televisión, presentando como invitado el programa de humor de la BBC «Have I Got News For You».
Su personaje de clase alta y torpe fue un éxito de audiencia, sin embargo, a pesar de su imagen de burla, seguía siendo muy ambicioso.
Su oportunidad para ascender en la vida política llegó en 2007, cuando Johnson se presentó como candidato conservador a la alcaldía de Londres.
Para sorpresa de muchos, se alzó con la victoria, con más de un millón de votos, y fue reelegido cuatro años más tarde, con una mayoría reducida pero aún suficiente.
Como alcalde, Johnson puso en marcha un sistema de alquiler de bicicletas (conocido coloquialmente por los londinenses como «Boris bikes») y supervisó los preparativos de los Juegos Olímpicos de Londres de 2012.
Una de las imágenes más tristemente célebres de su carrera política le muestra colgado de una tirolina agitando un par de banderas de Reino Unido.
También comenzó a planificar la construcción de un puente ajardinado sobre el río Támesis, un proyecto controvertido y costoso que posteriormente se abandonó.
Tras su mandato como alcalde, Johnson fue elegido diputado por la circunscripción londinense de Uxbridge y South Ruislip.
Después de un año relativamente tranquilo en el escaño, volvió a los titulares cuando anunció que haría campaña para que el Reino Unido abandonara la UE en el referéndum.
Esto supuso un duro golpe para David Cameron, que esperaba que Johnson pusiera su popularidad y capacidad para llegar a los votantes de todo el espectro político a favor de la campaña por la permanencia en la UE.
Durante la campaña, Johnson hizo gala de sus formidables dotes para ganar adeptos, aunque fue muy criticado por la afirmación falsa de que el Reino Unido enviaba a la Unión Europea 440 millones de dólares a la semana, sin mencionar el reembolso al Reino Unido desde Bruselas.
Después de un intento fallido de convertirse en líder conservador tras la dimisión de Cameron, Johnson se planteó el fin de su carrera política. Sin embargo, para sorpresa de muchos analistas, la ganadora final, Theresa May, nombró a Johnson ministro de Asuntos Exteriores.
Sus oponentes se dedicaron a buscar en los archivos sus meteduras de pata e indiscreciones del pasado. Entre ellas, una columna de prensa de 2007 en la que describía a la entonces secretaria de Estado estadounidense Hillary Clinton como una «enfermera sádica en un hospital psiquiátrico».
También se vio obligado a pedir disculpas a Papúa Nueva Guinea por una referencia a «orgías de canibalismo y asesinatos de jefes». Yendo aún más atrás, Johnson se había disculpado por el uso de un lenguaje racista al referirse a las antiguas colonias británicas.
Durante su mandato al frente del Ministerio de Asuntos Exteriores, Johnson apoyó una línea dura contra Rusia y expulsó a 23 diplomáticos tras el envenenamiento del exespía Sergei Skripal.
También fue criticado cuando dijo por error que Nazanin Zaghari-Ratcliffe, la trabajadora benéfica que estuvo encarcelada en Irán durante seis años tras ser detenida por cargos de espionaje, había estado trabajando como periodista.
En 2018, abandonó el gabinete en protesta por el acuerdo del Brexit de Theresa May, que consideraba demasiado blando.
Volvió a su antiguo y muy bien pagado trabajo como columnista del Daily Telegraph, topándose inmediatamente con la polémica, cuando fue acusado de islamofobia tras decir que las mujeres musulmanas que llevaban burka «parecían buzones».
Siguió siendo un severo crítico de Theresa May desde su escaño como diputado y, cuando ésta se vio obligada a dimitir, volvió a presentarse como líder de su partido.
Esta vez tuvo éxito.
Sus primeros meses en el cargo resultaron ser duros. Se esforzó por gobernar con la mayoría de su partido, primero mínima y luego inexistente, en la Cámara de los Comunes.
Se enfrentó a una guerra de guerrillas con los diputados que intentaban bloquear su estrategia para el Brexit, incluidos algunos miembros de alto nivel de su propia agrupación.
En una medida audaz y muy controvertida, intentó suspender el Parlamento para garantizar la salida de Reino Unido de la UE el 31 de octubre de 2019, con o sin acuerdo. Posteriormente, el Tribunal Supremo lo declaró ilegal.
En 2019 apostó por convocar elecciones generales y hacer campaña con la promesa de «concluir el Brexit». Le salió bien, y Johnson volvió al poder con la mayor mayoría conservadora desde el apogeo de Margaret Thatcher en los años 80.
Su acuerdo sobre el Brexit fue aprobado y el 31 de enero Reino Unido abandonó la UE.
Pandemia
A principios de 2020, parecía que la negociación de un acuerdo comercial con la UE sería el prinicipal cometido de su gobierno, y el Brexit su legado.
Sin embargo, en pocas semanas, al igual que el resto de los líderes mundiales, se vio envuelto en una crisis sanitaria que lo consumía todo.
El gobierno parecía estar lamentablemente mal preparado para hacer frente a una pandemia, con los trabajadores sanitarios teniendo que hacer frente a la escasez de equipos de protección y el coronavirus arrasando en las residencias de ancianos.
En abril de 2020, el propio Johnson dio positivo en Covid y pasó tres noches ingresado en cuidados intensivos en un hospital de Londres.
Downing Street restó importancia a la gravedad de su estado, pero cuando fue dado de alta, el primer ministro admitió que «podría haber pasado cualquier cosa«.
Menos de tres semanas después, su prometida Carrie Symonds dio a luz a su primer hijo, llamado Wilfred. La pareja se casó en una ceremonia organizada en secreto en la catedral de Westminster a finales de mayo de 2021.
Johnson siempre ha sido reacio a hablar de su vida personal, pero se sabe que tiene siete hijos, incluyendo un segundo hijo con Carrie, cuatro con Marina Wheeler y otro con la consultora de arte Helen Macintyre.
Reino Unido había cambiado casi hasta el punto de resultar irreconocible en los 20 meses transcurridos entre el nacimiento de los dos últimos hijos de los Johnson. Registró tasas de mortalidad por Covid superiores a la media, en comparación con otros países occidentales avanzados.
Pero también fue líder en el desarrollo e implantación de vacunas. Boris Johnson podía presumir de haber sido capaz de mantener la economía abierta mientras la ola de Ómicron arrasaba entre la población.
Pero empezaban a acumularse otros problemas.
Tras verse obligado a abandonar Downing Street, su ex asesor cercano Dominic Cummings realizó una explosiva comparecencia ante un selecto comité en mayo de 2021, en la que afirmó que miles de personas habían muerto innecesariamente porque Johnson había retrasado el confinamiento y había ignorado el asesoramiento científico.
Cummings declaró que su antiguo jefe era «incapaz de desempeñar el cargo» de primer ministro.
Johnson también fue investigado por una costosa reforma del diseño del piso de Downing Street en el que vivía con su familia, pagada inicialmente por un donante conservador.
El primer ministro fue finalmente absuelto por su propio asesor de ética, Lord Geidt, pero afirmó que Johnson había demostrado un respeto «insuficiente» por su función.
Posteriormente vinieron una serie de acusaciones de corrupción y amiguismo, y un primer ministro con un aparente desprecio por las normas y reglas de comportamiento.
A esta impresión no contribuyó el intento de Johnson de reescribir el código disciplinario de los parlamentarios para ayudar a su aliado Owen Paterson, que se enfrentaba a una suspensión por infringir las normas de los lobistas. Johnson confesó más tarde que había sido un «completo error».
Sin embargo, lo peor estaba por llegar en noviembre de 2021, cuando apareció en el tabloide británico Daily Mirror el primer informe sobre una serie de fiestas celebradas en Downing Street, en un momento en el que estaba prohibido reunirse en el interior de las casas.
Poco más de una semana después se produjo un nuevo escándalo al aparecer un video de 2021 en el que se ve al personal de Downing Street riendo y bromeando sobre la celebración de una fiesta de Navidad.
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