Temprano levantó la muerte el vuelo, temprano madrugó la madrugada, temprano estás rodando por el suelo. Con estas estrofas de la Elegía de Miguel Hernández estoy recordando a mi amigo y hermano Orlando Jorge Mera y decirle que lo seguimos extrañando como el primer día, al cumplirse este seis de junio tres años de su partida. La muerte de Orlando nos sacudió de tal manera que todavía no ha sido posible reponernos, ni entender como ¨así tan sencillamente se muere la gente como respirar¨.
Con un temperamento sereno, sencillo, introvertido, que casi rayaba en lo tímido, yo diría que hasta nos parecíamos en esos atributos. Comenzó en la política desde que era un mozalbete cuando acompañaba a su padre Salvador Jorge Blanco a las reuniones en el partido y luego en su condición de presidente del gobierno en el cuatrienio 1982-1986. Todavía era un jovencito cuando en el año 1987 tuvo que enfrentar junto a la familia las persecuciones judiciales de las que fue víctima su padre. Desarrolló una exitosa carrera política, fue secretario nacional de la juventud del PRD, secretario general del partido, presidente del Indotel, ministro de Medioambiente, combinándola con un prestigioso ejercicio profesional, como docente universitario y comunicador.
Siempre fue un ente de conciliación en las pugnas internas del partido, abanderado del diálogo en todos los órdenes de la vida. No era partidario de llevar los conflictos a los tribunales y trataba de buscar una salida a través de entendimiento, de la negociación y del consenso. Esto no fue posible y ya vimos que en la gran crisis del 2014 se produjo la expulsión de Hipólito Mejía y el propio Orlando resultó sancionado, lo que dio al traste con la división definitiva del partido y la creación del Partido Revolucionario Moderno, del cual fue fundador.
Conocí a Orlando cuando yo estudiaba en la universidad, ya siendo él un abogado y profesor consagrado. De hecho, de algún modo siento ser testimonio de su carisma, pues por admiración elegí seguirle sin siquiera conocerle. Tantas veces acudí por un consejo. Cómo olvidar un acercamiento donde le expresé un maltrato recibido por un compañero de partido y con toda la sobriedad que le representaba me dijo una pequeña frase que me cambiaría la forma de ver la vida: “Jorge Amado, lastimosamente en la actividad política como en la vida, convivimos los mansos con los cimarrones”.
Orlando, me imagino que desde el cielo nos sigues, y te gozas de nuestro desarrollo. Por solo enumerar algunos: tu compañero de aula Luis, fue reelecto por amplia mayoría para un nuevo período presidencial. Sigmund asumió el espacio que dignamente ejerciste como delegado del partido por ante la JCE. Andrés es parte del gabinete de gobierno. Paino se sienta en la silla donde te desempeñaste como ministro. Yayo nos aglutina en un proyecto presidencial con la misma pasión que de seguro tú hubieses empeñado, y me dejaste una invaluable herencia, una gran amistad con tu hijo Orlandito, quien sigue tus pasos, culminó exitosamente como diputado por el Distrito Nacional, y estoy convencido que se encuentra preparado para asumir un rol más importante como alcalde de la capital.
¡Qué falta nos haces Orlando! La ecuanimidad, sabiduría, paciencia y humildad que caracterizaron tu personalidad, son cualidades importantes en estos tiempos en los que la prisa, la agresividad, la intolerancia y falta de entendimiento prevalecen en todos los ámbitos de las relaciones humanas.
En nombre de tantos, gracias Orlando.