A propósito del Día de los Trabajadores

Por Adolfo Pérez de León. Ingeniero Industrial y Dirigente Nacional del PRM

Cada primero de mayo, el mundo conmemora la lucha por los derechos laborales. No es solo una fecha simbólica, ni un día de descanso: es un llamado a reconocer el valor del trabajo humano y a no olvidar el camino recorrido por quienes, en distintos momentos de la historia, alzaron la voz para exigir condiciones más justas, jornadas razonables, salarios dignos y respeto a su labor.
En la República Dominicana, el feriado correspondiente se traslada este año al lunes 6 de mayo. Es una oportunidad no solo para hacer una pausa, sino también para reflexionar con responsabilidad sobre el lugar que ocupa el trabajo en nuestra sociedad y sobre los pasos que debemos seguir dando para consolidar un modelo económico centrado en la dignidad de las personas.
El trabajo no es únicamente un medio de ingresos; es también una vía de realización personal y de aporte al bien común. Por eso, conmemorar el Día de los Trabajadores es reconocer que no hay desarrollo sin inclusión, ni prosperidad que valga si no alcanza a quienes sostienen la economía desde el esfuerzo cotidiano.
A lo largo de los años, millones de dominicanos han construido este país con sus manos, con su tiempo y con su dedicación. Desde quienes cultivan los campos hasta quienes gestionan servicios, atienden en hospitales, despachan en las farmacias, enseñan en las escuelas o cuidan de otros, el trabajo digno es el tejido silencioso que sostiene nuestra convivencia y nuestro progreso.
En este contexto, es importante destacar que el gobierno del presidente Luis Abinader ha asumido con seriedad el compromiso de mejorar las condiciones laborales en el país. Se han impulsado reformas orientadas a fortalecer la institucionalidad del sistema de trabajo, ampliar la protección social, reducir la informalidad y promover el diálogo entre empleadores, trabajadores y el Estado.
No se trata solo de estadísticas: hablamos de decisiones concretas para dignificar el trabajo. Por ejemplo, se han promovido mejoras en la seguridad ocupacional, se han ampliado programas de capacitación técnica, y se ha fortalecido el marco regulatorio que vela por el cumplimiento de los derechos laborales. Todo esto es parte de una visión que entiende que el crecimiento económico debe reflejarse en la calidad de vida de quienes lo hacen posible.
Sin embargo, aún enfrentamos retos importantes. La informalidad laboral afecta a una parte significativa de la población económicamente activa. Muchos jóvenes enfrentan dificultades para insertarse en empleos estables, y las mujeres siguen siendo las más impactadas por brechas estructurales de acceso y remuneración. A esto se suman los desafíos del futuro del trabajo: la digitalización, la inteligencia artificial, el empleo por plataformas, la automatización de tareas, y los nuevos esquemas de contratación que requieren atención normativa.
Por ello, el primero de mayo debe ser una jornada para renovar compromisos. Para reafirmar que el respeto al trabajo digno no puede ser postergado ni relativizado. Que la equidad laboral no es un lujo, sino un principio fundamental de toda sociedad que aspira a ser justa.
Además, el trabajo debe seguir siendo una vía efectiva de movilidad social. Un país verdaderamente democrático es aquel en el que cada persona, con esfuerzo y talento, puede mejorar sus condiciones de vida. Para eso, es indispensable seguir fortaleciendo los mecanismos de protección laboral, ampliando el acceso a oportunidades y garantizando condiciones de trabajo que sean compatibles con la salud, el bienestar y el desarrollo humano.
Al conmemorar el Día de los Trabajadores, hagámoslo con gratitud hacia quienes sostienen cada sector productivo, pero también con la conciencia de que su aporte exige reciprocidad: respeto, condiciones justas y voz en la toma de decisiones que les afectan.
El primero de mayo es memoria viva. Honra a quienes pelearon por nuestros derechos y nos recuerda que aún hay causas que defender. Mientras el trabajo sea protegido, la democracia estará más fuerte. Y mientras coloquemos la dignidad en el centro de las políticas públicas, el futuro del trabajo será también el camino hacia una sociedad más equitativa, más decente y más humana.