En medio de este panorama mundial, el país ha sorteado la crisis con un buen manejo de la pandemia, con estabilidad política, social y económica
A partir de la pandemia del COVID se desató una crisis económica que por su complejidad y magnitud fue una de las mayores de la historia. De hecho, en 2020, más del 85% de todos los países del mundo tuvieron un crecimiento negativo. Y aunque la recuperación en 2021 fue rápida, el mundo sigue sufriendo un choque tras otro: aumentos de precios de la energía y de los alimentos, problemas en la cadena de suministros, inflación; y más recientemente, incrementos de las tasas de interés y desaceleración de la economía mundial, por citar algunos.
A esto se suman las guerras, como la de Rusia y Ucrania, los problemas geopolíticos, no solo entre China y Estados Unidos, sino en numerosas regiones del mundo y ni hablar del cambio climático. Es ante esta coyuntura que el historiador de la Universidad de Columbia Adam Tooze y otros académicos ponen de moda el concepto de la Policrisis, término que surgió en los años setenta del siglo pasado y que fue lanzado por el teórico de la complejidad Edgar Morin.
Por Policrisis se entiende la ocurrencia simultánea de varios eventos catastróficos. El reporte de Riesgos Globales 2023 del Foro Económico Mundial la define como «un grupo de riesgos globales relacionados con efectos combinados, de modo que el impacto general excede la suma de cada parte.»
El Fondo Monetario Internacional, por su lado, publica un Índice Mundial de Incertidumbre, justamente una medida de la incertidumbre económica y política global que abarca un periodo de 60 años. De acuerdo a este índice, la incertidumbre alcanzó su máximo histórico durante el surgimiento del COVID en 2020, y aunque se ha reducido a partir de ahí, todavía se encuentra cerca de un 50% por encima de su nivel promedio histórico.
En resumen, a partir del 2020 se vive en un mundo de altísima incertidumbre, en medio de una serie de choques negativos que afectan al mundo, no solo de naturaleza económica, sino política, geopolítica, relacionados al cambio climático, guerras y otros. Es el mundo de la Policrisis.
En medio de este panorama mundial, el país ha sorteado la crisis con un buen manejo de la pandemia, con estabilidad política, social y económica; y con un desempeño macroeconómico que se destaca muy por encima de los países de la región.
¿Y con qué se come esto? Pues se come de muchas maneras. Y una de ellas es con la llegada al país de Inversión Extranjera Directa (IED). Es decir, inversionistas que están apostando al largo plazo, que vienen al país a hacer proyectos y obras de gran envergadura. La apuesta es que el país va a mantener su estabilidad económica, política y social no solo en el corto plazo, sino en el futuro previsible.
En el año 2020, aún en medio de la pandemia, la IED alcanzó US$ 2,560 MM, un 15% inferior a 2019, pero un monto similar al promedio 2010-2019. Es decir, no fue una caída estrepitosa. En América Latina en cambio la caída fue de 36% y el monto de US$ 102,000 MM fue inferior en 41% al promedio 2010-2019.
En los países Centroamericanos la caída fue aún más estrepitosa: casi un 80% menos de inversión extranjera directa recibieron esos países. Todo esto de acuerdo al más reciente informe de la Inversión Extranjera Directa en América Latina y el Caribe publicado por la CEPAL.
En 2021 la IED en nuestro país creció un 24.9% y alcanzó los US$ 3,200 millones, segundo monto más alto de la historia, superado solo por el monto alcanzado en el 2017. Aunque la IED aumentó considerablemente en América Latina, el monto fue inferior en un 17% al promedio 2010-2019, siempre de acuerdo a los datos de CEPAL.
En 2022, el país recibió un monto récord de IED superior a los US$ 4,000 millones, un crecimiento de 25.5% respecto al año anterior y con una diversificación saludable para la economía. Si bien el Turismo se llevó el 25% del total, el resto se repartió entre muchos otros sectores: Comercio/Industria, 15%; Energía, 19%; Zonas Francas y Minería, 9% cada uno; Sector Inmobiliario, 12%, entre otros. Esta diversificación es la que explica la resiliencia histórica de la economía dominicana.
Es decir, mientras la región todavía no alcanza el promedio histórico de IED hasta el 2019, nuestro país alcanza máximos históricos. Todo esto en medio de la mayor época de incertidumbre mundial, de acuerdo al FMI, y a un mundo que está en medio de una de las Policrisis más complejas de la historia. Algo estamos haciendo bien como país.
En medio de este panorama mundial, el país ha sorteado la crisis con un buen manejo de la pandemia, con estabilidad política, social y económica; y con un desempeño macroeconómico que se destaca muy por encima de los países de la región.